Dicen que las personas cambian con el tiempo… En mi caso, bueno, los que seguís a la que os cuenta cosas de tanto en tanto, ya sabéis que el café griego -siempre en primer lugar-, los carajillos de ron Negrita y, sobre todo, incordiar y denunciar a la iglesia y al mal gobernante, son my debilidad. Estas flaquezas humanas han sido adquiridas con el paso de los años; no obstante, hay otras que parece que vienen de siempre, como el placer del olor a redes y algas de los puertos, el de la tierra mojada cuando acaba de llover o el aroma de las galletitas de Navidad. Sin embargo, pasan los años y no somos conscientes de algunas cosas hasta que, una imagen, un sonido o una palabra, nos da una colleja en la parte más recóndita de la memoria y ponemos cara de “¿cómo es posible?” al recordar. Esto me pasó ayer, poniendo en orden uno de los cajones olvidados donde están las fotos “del año de la picor”; encontré dos fotos mías separadas entre ellas una distancia de muchos años y me quedé atónita. La misma pose y la misma manía: regar con manguera! Tengo una en la terraza de arriba, otra en la huerta y otra en la parte de atrás donde no llega la de la huerta. Me niego a ponerles un chirimbolo en la punta para que salga el agua a presión, me chifla poner el dedo en el agujero y hacer que agua llegue más lejos!!!
Bueno, no es un post trascendental ni importante, sólo compartía con vosotros… Seguro que os pasado alguna vez algo semejante!